18-Ago-21
Fuente: El pulso de la industria
Los trabajadores sindicalizados de la planta de General Motors en Silao votaron por desechar su contrato colectivo, y con ello, rechazaron ser representados por la CTM. La mayoría no fue abrumadora, pero fue clara. Esta votación fue repetida después de que hubo denuncias de irregularidades en el primer intento en abril de este año, gracias a que esas denuncias dispararon el proceso de respuesta rápida del T-MEC. Sin la aplicación de ese proceso, quien sabe si se hubiera dado esta repetición, considerando la acostumbrada opacidad de los procesos gremiales en México.
Algunos medios de comunicación atribuyen el hecho de este inusitado proceso a que así lo demanda el T-MEC, o dicho de otra forma, los sindicatos de Estados Unidos. Lo cierto es que la legislación laboral mexicana así lo establece, en cumplimiento tardío a acuerdos internacionales que México suscribió hace mucho tiempo. Por supuesto, los socios comerciales ponen especial énfasis en el tema laboral porque sospechan, no sin razón, que la diferencia en el tratamiento de los derechos de los trabajadores constituye una ventaja indebida para México y contribuye a la gran diferencia que hay entre los costos laborales mexicanos y los de sus socios comerciales.
El tema toral de todo esto es el derecho de los trabajadores de elegir por quien quieren ser representados, o incluso, de no pertenecer a ningún sindicato. Este derecho se da por descontado en los países del mundo occidental, y se considera indiscutible en una sociedad democrática. El sistema sindical mexicano, herencia de las épocas del corporativismo, generó cotos de poder y corrupción, que ahora se ven amenazados.
Que la empresa americana General Motors hay sido una de las primeras de salir a la palestra, es una ironía del destino, pero la señal es clara: ninguna empresa está exenta de poner en orden su situación de contratación colectiva, so pena de arriesgar conflictos internos, con las autoridades del trabajo, y eventualmente hasta para sus exportaciones.
La dificultad para las empresas es que en realidad el proceso le corresponde solamente a los trabajadores y los sindicatos, e incluso la empresa corre el riesgo de ser acusada de tratar de intervenir en temas sindicales. Pero los empresarios no pueden quedarse a la expectativa. La forma de influir de manera positiva es generar una cultura de respeto, cumplimiento y
compromiso. Los instrumentos son el Código de Conducta, el estricto cumplimiento legal, y una política de personal que fomenta y reconoce las aportaciones de los trabajadores.
Otra automotriz, Volkswagen de México, acaba de concluir exitosamente y sin ruido mediático su revisión salarial, con un resultado razonable y justo. Todavía tiene por delante el proceso de ratificación de su contrato colectivo, pero no tengo duda de que este va a ser exitoso. El Sindicato Independiente de Volkswagen en otras épocas tenía fama de ser conflictivo porque las revisiones salariales a veces se resolvían con huelgas, cuando en el resto de la industria con sindicatos corporativos esto era totalmente inusual. La realidad es que, aparte de perder un par de días de producción, las huelgas no hacían más que justificar la labor negociadora de la representación sindical. Por otro lado, a diferencia de los otros, los comités sindicales de Volkswagen son integrados por trabajadores de la empresa con varios años de antigüedad y experiencia, lo que a pesar de las ocasionales huelgas facilita los acuerdos empresa-sindicato en el día a día. Una de las razones por las cuales Audi se vino a Puebla era la posibilidad de tener un sindicato independiente.
Quizás el modelo Volkswagen de tener un sindicato independiente, que represente solamente a los trabajadores de la empresa, resulta, después de todo, ser una buena opción en el nuevo mundo del sindicalismo mexicano.