18-junio-2013
Fuente: Escuela Bancaria y Comercial
Derivado de la instalación del Comité Nacional de Productividad, en diversos campus de la Escuela Bancaria y Comercial se expusieron reflexiones sobre la importancia del papel de la educación en la productividad. En el campus León el Lic. Guillermo Romero Pacheco, Subsecretario para el Desarrollo de las MiPyME de la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable del Edo. De Guanajuato, hizo la siguiente ponencia.
El fin último de la economía es mejorar el nivel de vida de las personas. Ninguna decisión tomada en el ámbito de la política económica se entiende si no lleva como objetivo el desarrollo humano integral. El desarrollo económico es necesario, pero no suficiente, tiene que estar ligado a la felicidad de los individuos, de los grupos y de las comunidades que conforman la sociedad.
Entendemos productividad como capacidad empresarial, social y gubernamental de fortalecer los recursos y los factores de producción e impulsar con ese fortalecimiento la prosperidad social. Por tanto, la productividad se logra mediante trabajo coordinado de todos los sectores para desarrollar un sistema de desarrollo económico que procure empleo, riqueza, distribución justa del ingreso y desarrollo regional equilibrado.
La consecuencia que buscamos al fortalecer la productividad es tener mejores empleos para nuestra gente y un mejoramiento substancial en la calidad de vida, tema que demanda esfuerzos y acciones articuladas.
El fortalecimiento del empleo en nuestro país y estado, dependerá de las acciones que tomemos para elevar la productividad en temas como profesionalización de nuestro capital humano, certificación de capacidades de nuestra fuerza laboral, certificación de nuestras empresas, acceso a financiamiento y a tasas competitivas, profesionalización de nuestras empresas, innovación y desarrollo tecnológico incorporado a nuestros productos y procesos, protección del medio ambiente, internacionalización de nuestras empresas, atracción de inversiones complementarias a nuestras cadenas de valor, desarrollo de infraestructura industrial y de servicios que facilite la operación de nuestro ecosistema de producción y de la logística y comercialización de nuestros productos eficiente.
De aquí surge la necesidad de desarrollar un plan específico de atención para impulsar la productividad, es un reto para México. Nuestras propuestas deben abarcar dimensiones legales, políticas, económicas, sociales, administrativas y financieras.
Por su parte en el campus Querétaro, el Lic. Alejandro Recamier Angelini, mencionó lo siguiente:
La productividad es un asunto de carácter transversal que atraviesa todos los ámbitos de la sociedad. Democratizarla significa movilizar recursos, programas gubernamentales, acciones de coordinación con las grandes empresas, para lograr que las pequeñas y medianas empresas en los sectores donde hay un rezago en productividad se inserten en la competencia, se inserten en la globalidad. La tarea más importante que puede tener este el Comité Nacional de Productividad consiste, precisamente, en poner en el centro de las discusiones todos los elementos que participan en el tema de la productividad: empresas, capacitación, financiamiento, temas fiscales, etcétera. No podemos retardar, aún más, el despegue del país y seguir condenando a más generaciones de mexicanos a la pobreza, al desempleo, el atraso y la marginación.
Si ocupamos apenas un lugar mediano entre las naciones en materia de competitividad, se debe, entre otras razones, a que no hemos puesto suficiente atención a la educación. Contamos con casi ocho millones de jóvenes, mujeres en su mayoría, que no estudian ni trabajan. Es momento de diseñar nuevas estrategias, de plantear metas ambiciosas, de mirar lejos y muy alto, de acercar la educación al ejercicio profesional y a la realidad de las empresas en México. Sin educación de calidad para la mayoría de nuestros niños y jóvenes, y sin esfuerzos exitosos para impulsar la inventiva y la creatividad, México no tendrá una economía realmente competitiva. Hay que materializar la reforma constitucional y generar un Acuerdo Nacional por la Calidad de la Educación, mecanismos de aplicación y seguimiento donde participe el Estado mexicano en su conjunto, con todos los sectores de la sociedad. Al mismo tiempo, debemos fortalecer la vinculación entre el gobierno, las empresas y las instituciones educativas, para dar un fuerte impulso al capital humano, a la capacitación y a la innovación.
Requerimos, hoy más que nunca, de la apuesta colectiva en favor de un México más justo. Éste es el desafío de nuestras generaciones. Si hay la voluntad para transformar políticas e instituciones, y para impulsar el desarrollo integral y sustentable del país, tiene entonces que haber la misma voluntad para comprometer a instituciones públicas y privadas y a personas públicas y privadas en el ejercicio ético de las capacidades y de las profesiones. Porque los índices de corrupción nos alejan de la productividad. Al incorporar la ética a la vida y dentro de ella al trabajo, al asumir la ética como un nuevo paradigma se asegura de manera integral un buen presente y un mejor futuro, pues los valores y los principios éticos forjan una ventaja competitiva duradera, real, no emergente, ni dependiente, ni cuestionable por propios o extraños. Ser ético es proyectar los valores y principios fundamentales a la realidad, al quehacer,… en otras palabras, actuar en consecuencia de la interiorización de acciones socialmente responsables que traigan beneficios individuales y comunitarios. Es importante desarrollar programas de ética que orienten la interiorización de principios y valores requeridos para una adecuada gestión y que permitan a las personas asumir costumbres y comportamientos reunidos en un ideario ético que defina lo que es aceptable y las acciones u omisiones que nos reprochables y que exigirán enmienda. La propuesta de normas técnicas de competencia laboral y los procedimientos para la evaluación, acreditación y certificación serán tarea fundamental para avanzar en la competitividad del país en su conjunto
El puro crecimiento de la economía, sin embargo, no significa en automático un mejor nivel de vida para todos. Sólo con ello no se resuelven los problemas derivados de la mala distribución del ingreso y, por tanto, no se pueden liquidar las abismales desigualdades que padecemos desde siempre. La productividad debe enmarcarse en la fórmula ganar-ganar, donde ganan las partes involucradas en el proceso productivo. El esquema es productividad con beneficios compartidos. Gana el país en competitividad y, con ello, ganamos todos. Resulta fundamental impulsar la productividad en las micro y pequeñas empresas, con programas específicos y capacitación en coordinación con los diferentes actores de la sociedad. Atención especial merecen las PyMES, pequeñas y medianas empresas; representan entre 80 y 85 por ciento del empleo formal en México, dice el INEGI. Y, desde luego, para ese sector se requieren apoyos financieros, tecnológicos y humanos. La productividad como el eje Rector de la estrategia, para llevar a México a su máximo potencial de desarrollo. Seis de cada 10 trabajadores y al menos la mitad de los establecimientos económicos que operan en México se desenvuelven en la informalidad, donde las inversiones, el empleo y los activos rinden alrededor del 30 por ciento menos en promedio que las del sector formal.