Por: José Luis de la Cruz / IDIC / contacto@idic.mx
El mensaje del PIB en 2019 es contundente: la ruta del crecimiento sigue eludiendo a la estrategia de política económica implementada por el gobierno federal, una constante presente de los últimos 20 años.
El costo de la diferencia supera 380 mil millones de pesos en términos reales, una riqueza que no se generó por no alcanzar el crecimiento de dos por ciento.
Sólo como referencia: el PIB de México sería el doble del actual si se hubieran cumplido los pronósticos oficiales presentados durante las últimas dos décadas.
¿Por qué México no crece? Durante 20 años la respuesta se atribuyó a la falta de reformas estructurales. Durante el sexenio pasado se hicieron los cambios, pero el país siguió atrapado en el estancamiento.
El retroceso de la inversión pública es una causa del mediocre desempeño productivo, desafortunadamente es una parte de la herencia que sigue viva.
Nunca se cuestionó la polarización de la base empresarial, la verdadera razón de la inequidad. De acuerdo con el último Censo Económico del INEGI, existen 4.78 millones de unidades económicas.
El censo permite establecer que el crecimiento depende de 0.22 por ciento de dichas unidades económicas, es decir, de únicamente 11 mil: pagan 56 por ciento de las remuneraciones y reciben 48 por ciento de los ingresos. Son las grandes empresas, las que pueden aprovechar los tratados comerciales como el T-MEC, la mayoría trasnacionales.
En el otro extremo se encuentra 95 por ciento de las unidades económicas: emplean a 38 por ciento de las personas y pagan 12.7 por ciento de las remuneraciones. Reciben 14.2 por ciento de los ingresos.
Son los micronegocios, la verdadera fuente de pobreza en México: son la válvula de escape ante la falta de crecimiento y generación de empleo formal que nos afecta desde la crisis de 1982.
Por décadas, con el Fondo Pyme o el Instituto Nacional del Emprendedor, por ejemplo, el gobierno aplicó un programa equivalente a Solidaridad, Progresa o Prospera, pero para las empresas: créditos mínimos que, al igual que los programas sociales, no tuvieron la capacidad de modificar la realidad de las empresas.
La falla estructural sigue presente en 2020: sin un programa integral de política económica no se podrán crear las empresas en áreas tecnológicas y de innovación que México requiere para salir de la trampa de pobreza en la que se encuentra.
¿Qué puede hacer el T-MEC o las grandes obras de infraestructura? La lección es clara: muy poco cuando no se promueve el contenido nacional. El éxito de las naciones está en el impulso que se da a sus grandes empresas y el encadenamiento productivo en torno a ellas. Para lograrlo, la naturaleza de las Pymes debe ser de mayor desarrollo tecnológico.
México ha vivido en austeridad desde la crisis de 1982 por la fractura de su sistema productivo: las empresas extranjeras no pueden subsanar ese problema.
El reto del Gabinete Económico será crear una estrategia económica que atienda lo urgente, pero que también construya un nuevo modelo económico que fomente lo Hecho en México. Infraestructura realizada con importaciones tendrá un efecto marginal.
ACERCA DEL AUTOR
Actualmente ocupa el cargo de Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico A.C. También se desempeña como Presidente de la Comisión de Estudios Económicos de la CONCAMIN. Es profesor de cátedra en Doctorado de Ciencias Financieras de la EGADE Business School en el campus Ciudad de México y de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México.
Laboralmente se ha desempeñado en los sectores privado, académico y público. Ha sido asesor en la Cámara de Diputados y la de Senadores, consultor para empresas de los sectores industrial y servicios, y para diversas fundaciones y organizaciones no gubernamentales como la Fundación Friederich Ebert y Oxfam.
Correo: contacto@idic.mx
REFERENCIA
https://idic.mx/2020/02/04/2020-el-ano-del-crecimiento-economico/