Por: Redacción Visión Industrial / 2h.visionindustrial@gmail.com
Cuando hablamos de robots muchos lo primero que imaginamos son esos seres metálicos que prenden miles de foquitos cuando hablan, que ven, calculan algo y tienen una respuesta a todo, imagen generalmente proveniente de las películas de ciencia ficción, o incluso películas y series animadas, y de donde gracias al avance de la tecnología, de la ficción se ha pasado a la realidad, desarrollando robots reales, semejantes pero aún distantes de aquellos de la ficción, entre los que destaca “ASIMO” (acrónimo de “Advanced Step in Innovative Mobility“- Paso Avanzado en Movilidad Innovadora), un robot humanoide (androide) desarrollado y presentado por la compañía japonesa Honda en el año 2000.
También podemos imaginar, para quienes hemos tenido la oportunidad de ver una línea de ensamble automotriz, esa enorme cantidad de brazos robóticos totalmente automatizados que toman piezas, las distribuyen o las posicionan, perforan, juntan, sueldan, envían, etc., o bien los drones que cada día encuentran más y más usos y que terminarán siendo robotizados.
Pero como dice la Dra. Giada Gerboni, ingeniera biomédica del laboratorio Collaborative Haptics and Robotics in Medicine de la Universidad de Stanford, “Verlos trabajar puede ser realmente impresionante, pero fuera de la fábrica, donde el entorno no es del todo conocido y no está totalmente calibrado, hasta una tarea simple como abrir una puerta, que no requiere mucha precisión puede resultar en fracaso”, haciendo alusión a que por un pequeño error, en un ambiente abierto, que puede ser de medida, de calibración o programación no llegará a su objetivo, lo cual en general no sucedería si estuviera en su entorno para el cual fue calculado.
Marcello Bellucci, consejero tecnológico y redactor de ciencia y tecnología en el diario argentino Clarín, señala que los recientes avances en la manipulación molecular de la materia abrieron la puerta a una nueva generación de autómatas mutantes que poseen “memoria de forma” (vuelven siempre a su anatomía original) y son resistentes a los golpes. Estos cuerpos maleables, a los que se define como Robots Blandos, son la contracara de esos humanoides de esqueleto rutilantes que se exhiben en las ferias de ciencia. Y aunque están compuestos por sustancias suaves y flexibles a las que se consiguió eliminar las piezas metálicas y los circuitos eléctricos, pueden alcanzar proezas de fuerza y habilidad.
La Dra. Gerboni nos dice que si consideramos los cuerpos de los robots actuales, podríamos darnos cuenta que algo está mal, ya que lo que hace que un robot sea preciso y fuerte, “también lo hace ridículamente peligroso e inefectivo en el mundo real, porque su cuerpo no se deforma ni se adapta a la interacción con el mundo real”.
Sobre esto mismo, Jonathan Rossiter, profesor de robótica e investigador en la Universidad de Bristol (Reino Unido) y fundador del Soft Robotics Group, señala que los robots convencionales están hechos de engranajes, motores, metales y plásticos, por lo que no se doblan, ni se retuercen ni se mueven. En cambio, los robots blandos actúan más bien como un material orgánico, como un organismo biológico. Son blandos y se adaptan. Esto implica que se pueden utilizar en diferentes aplicaciones para las que no serviría un robot convencional.
En el 2016, inspirados en los pulpos, que pese a carecer de esqueleto interno pueden realizar increíbles hazañas de habilidad y fuerza, investigadores de la Universidad de Harvard crearon el primer robot compuesto íntegramente por materiales blandos capaz de moverse sin necesidad de baterías ni cables, y creado mediante la combinación de una nueva técnica de impresión 3D y litografía blanda: el Octobot. Su “cerebro” es un circuito flexible que dirige el flujo de combustible, peróxido de hidrógeno, a través de unos canales, al presionar unas válvulas que se inflan como globos y envían gas a su anatomía. Cuando esos fluidos llegan a sus diminutas patas de caucho (el robot mide apenas 2 centímetros de largo), se produce el movimiento.
“Es una analogía de lo que sería un circuito eléctrico, pero en lugar de hacer circular electrones estamos haciendo pasar líquidos y gases“, explicó el ingeniero Robert Wood, de la Universidad de Harvard, uno de los responsables de la creación del robot, a la revista Nature.
Este robot, al que muchos se preguntaron para qué servía un pequeño robot pulpo, en realidad representó y representa un gran paso en el desarrollo de la robótica futura, abriendo paso a una nueva generación de “robots suaves y autónomos”.
Así, el mundo científico y tecnológico se enfoca ahora en una nueva robótica, donde los robots blandos pueden interactuar, por ejemplo, con el cuerpo humano de forma segura, porque “un robot blando no podría herirte” señala Rossiter. Con ello, los campos de acción inicialmente se muestran abiertos para ayudar a curar enfermedades, reparar el entorno ambiental, en la conquista del espacio, en casos de desastres e incluso en la remediación de los mares, lagos y ríos. Nuevamente, Rossiter menciona que en el futuro los robots van a estar en el lado bueno de la historia como una respuesta a los conflictos causados por el propio ser humano, “es nuestra deuda, dar con la tecnología que solucionará los problemas que los humanos hemos creado”.
Como ejemplo, Rossiter señala que los océanos están llenos de plásticos, químicos que se han vertido en ellos, petrolíferos, microplásticos y algas, y que sería fantástico que se crearan robots, quizá tan pequeños que no se pudieran reconocer a simple vista, para que acabaran con la contaminación, que se alimentaran de todos esos contaminantes y los convirtieran en electricidad, la que le servirá a su vez para alimentar sus materiales inteligentes y así continuar en su labor de conseguir y consumir más contaminación en forma independiente, y que cuando haya terminado su vida útil, se degradará y desaparecerá, dado que estará hecho de materiales biodegradables y biocompatibles.
En desastres naturales, dado que el cuerpo de un robot blando cambia de forma en respuesta a lo que le rodea, puede deslizarse a través de grietas estrechas para buscar supervivientes entre los escombros dejados por un terremoto, o también tristemente causados por un atentado terrorista o un bombardeo bélico.
Recientemente se dio la noticia que un grupo de científicos de la NASA trabaja en el desarrollo de robots “blandos”, elaborados a partir de moldes de silicón flexibles impresos en 3D, los cuales podrían ser utilizados en la próxima misión tripulada a la luna. Estos robots, creados por los miembros del Centro de Investigación Langley de la NASA, Chuck Sullivan y Jack Fitzpatrick, se mueven de manera similar a los organismos vivos, esto les permite no ser rígidos como los tradicionales.
“Estamos tratando de ver las capacidades básicas de este tipo de robots a través de la movilidad, unión, nivelación y configuración. Una vez que se logren resultados en las pruebas de unidades individuales, veremos maneras de combinarlas, quizás combinemos movilidad y uniones”, señaló Sullivan.
A pesar de que el diseño se encuentra en una etapa temprana, los científicos continuarán su trabajo para un posible uso de los robots “blandos” en una misión espacial real.
En el campo de la medicina se desarrollan ya robots blandos que buscan adelantos antes no imaginables. La Dra. Gerboni menciona que los robots pueden ayudar mucho al cirujano, porque tienen que acceder al cuerpo por orificios pequeños y con instrumentos rígidos. Estos instrumentos deben interactuar con estructuras muy delicadas, en un entorno muy incierto y de forma segura, además de poner una cámara dentro del cuerpo que sea los ojos del cirujano, algo muy difícil con un elemento rígido, como un endoscopio tradicional, caso contrario con un robot quirúrgico flexible que se puede elongar y doblar en cualquier dirección permitiendo ver la situación y el instrumental desde distintos puntos de vista.
Rossiter menciona el uso de robots blandos y comestibles que a través de su ingesta lleguen a todo el cuerpo para administrar fármacos donde se requieran o interactuar físicamente con el cuerpo. Considerando que estos robots pueden ser tan grandes como un edificio o tan pequeños como nanopartículas, estos robots podrán moverse a través del torrente sanguíneo hasta encontrar células cancerosas y tratarlas directamente con energía acabando con el cáncer sin afectaciones colaterales. En ello coincide la Dra. Gerboni que menciona investigaciones en Stanford en el uso de robots blandos muy diminutos, diseñados para aprovechar la interacción con los tejidos y moverse dentro de un órgano sólido, permitiendo alcanzar tumores y otros objetivos específicos con tan solo una incisión.
Rossiter también menciona que ya se encuentran trabajando en otras aplicaciones como ropa que pueda auxiliar a personas mayores o con discapacidad a moverse y mantener su independencia por más tiempo
Rossiter considera que los robots serán ubicuos, que estarán absolutamente en todas partes junto con las tecnologías robóticas. De hecho, piensa que en el futuro serán tan ubicuas que puede que ni siquiera pensemos en ellas como robots, puesto que serán una parte más en nuestra vida diaria, podemos imaginar que la sociedad humana y la robótica se fusionarán y que en el futuro tendremos una sola sociedad humana-robot.
Este parece ser el futuro cercano en el que nuevamente surge la pregunta de preguntas, ¿los robots van a reemplazar y desplazar a los humanos en sus empleos? Aún hay respuestas inciertas, argumentos de que robots y humanos terminaremos trabajando juntos, pero es un punto que deberá irse gestionando a la par del desarrollo de estos fantásticos robots.
REFERENCIAS
https://www.bbva.com/es/robots-blandos-los-superheroes-del-futuro/
https://mujeresconciencia.com/2018/12/09/el-increible-potencial-de-los-robots-blandos/